El peso muerto es uno de los ejercicios más completos del entrenamiento de fuerza. Trabaja glúteos, isquiosurales, core y espalda, aportando una base sólida para mejorar el rendimiento deportivo.
Sin embargo, también es uno de los más temidos. Muchas mujeres lo evitan por miedo a lesionarse o porque lo ven “demasiado técnico”. La realidad es que el peso muerto no es el problema: el problema es hacerlo sin progresión ni técnica adecuada.

¿Qué dice la ciencia sobre el peso muerto?
Estudios biomecánicos muestran que el peso muerto activa de forma significativa la musculatura extensora de cadera y rodilla (Escamilla et al., 2000; Swinton et al., 2011).
Mejora el rendimiento en deportes de resistencia y potencia (correr, saltar, cambios de dirección).
Cuando se ejecuta con técnica correcta, no aumenta el riesgo de lesiones lumbares en población entrenada (Cholewicki et al., 1991). Al contrario: fortalece la musculatura estabilizadora de la columna.
Errores comunes en el peso muerto
Espalda redondeada más carga en zona lumbar.
Barra lejos del cuerpo más palanca y riesgo.
Tirar solo con la espalda olvidando el papel de glúteos y piernas.
Cómo corregirlo:
Barra siempre pegada al cuerpo.
Activa abdomen antes de subir.
Piensa en empujar el suelo con los pies, no en tirar con los brazos.
Limitaciones y progresiones
El peso muerto convencional no es para todo el mundo desde el inicio.
Si aún no tienes movilidad, control de core o fuerza suficiente, empieza con variantes más accesibles:
Peso muerto rumano con mancuernas.
Peso muerto con kettlebell.
Trap bar deadlift (más ergonómico y fácil de aprender).
Estas progresiones te permiten adaptar la carga y dominar la técnica antes de pasar a la barra olímpica.

Barefoot vs zapatillas de running
Hacer peso muerto con zapatillas de running (suela blanda) resta estabilidad.
En cambio, hacerlo descalza o con calzado plano te da:
Más contacto con el suelo.
Mejor control postural.
Mayor transferencia de fuerza.
Movimiento más seguro y eficiente.
Beneficios del peso muerto para mujeres
Aumento de fuerza y potencia en la cadena posterior.
Mejora de la postura y prevención de lesiones.
Transferencia directa al rendimiento en resistencia (carrera, ciclismo).
Sensación de seguridad y empoderamiento al progresar con cargas.
Conclusión
El peso muerto no es un enemigo, es un aliado.
La clave está en:
Respetar la progresión.
Adaptar la variante al nivel.
Entrenar con técnica y programación adecuada.
Si lo haces con cabeza, el peso muerto te hará más fuerte, más rápida y más segura.
Referencias
Escamilla RF et al., Medicine & Science in Sports & Exercise (2000).
Swinton PA et al., Journal of Strength and Conditioning Research (2011).
Cholewicki J et al., Clinical Biomechanics (1991).